GRAFITI
En plural, en su versión moderna, deriva del término italiano graffito (en singular), que proviene de graffiato, que significa rayón y este, a su vez, proviene del griego grafein (escribir). Esgrafiado, una palabra similar (en italiano sgraffito), se refiere a la acción de raspar una superficie para dejar entrever la capa que se encuentra debajo. Es una técnica artística utilizada en particular por ceramistas y pintores.


El consenso entre los historiadores determina que el grafiti se origina en Filadelfia a mediados de los años cincuenta luego de la muerte del músico de jazz Charlie Parker, pero en Nueva York se configura como expresión social, en un contexto masivo con proyección existencial, coincidiendo con intensos cambios en la sociedad estadounidense. Individuos que recorrían la ciudad por razones de su actividad sintieron la necesidad de dejar testimonio colocando su nombre en código y número de calle en los vagones del metro subterráneo, por ejemplo: Taki 183 y Tracy 168. El metro fue elegido por sus características como medio de transporte colectivo e interconectado, además de la ventaja que ofrecían las restricciones presupuestarias para proteger y limpiar constantemente el servicio. Como elementos técnicos, los grafiteros utilizaron, y se limitaron, a marcadores y pintura en aerosol, cuya base química reaccionaba con la pintura de los vagones haciendo casi imposible su remoción por métodos tradicionales. Los subterráneos de Londres y Roma fueron pronto “adaptados” al grafiti, y de allí se popularizó en numerosas ciudades.
Respondiendo a su etimología, el grafiti se concentró en la palabra. Fue adoptado por pandillas y se relacionó con el crimen urbano para marcar territorios y limitar acceso, creando fronteras “invisibles”. A mediados de la década de los ochenta, el público, inicialmente divertido con las intervenciones, manifestó su desagrado por el deterioro, que estimulaba el síndrome de la ventana quebrada. La municipalidad inició una campaña de saneamiento. En 1989 fue retirado del Metro de Nueva York el último vagón cubierto de grafiti.


En Nueva York, la adopción del grafiti por el mainstream en el arte marca el ocaso del mismo como expresión subterránea. Quienes persistieron en su práctica decidieron salir a la superficie, y eligieron como soporte los frentes y las partes posteriores de edificios, por lo general abandonados, concentrándose en vecindarios humildes.