Continuamos con la experiencia de explorar los Esteros del Iberá en Corrientes… ¡Preparen los largavistas, las linternas y las cámaras de fotos!

Comienza la aventura, pequeños exploradores…

Apenas empezamos a caminar nos abrimos paso entre los juncales que atraviesan toda la zona inundada de la estepa. Un poco más alejado del camino hay un árbol inmenso, que llama la atención por su -tronco bien oscuro y gran parte de su copa repleta de flores rosas ¡Es un lapacho negro!- Y al poco tiempo aparecen ante nuestra vista otros árboles característicos como el laurel negro o el quebracho blanco.

Abriéndonos paso por la extensa región pantanosa, elegimos una de las lagunas para inspeccionarla. Las totoras, una especie de plantas acuática muy altas, están en su orilla, junto con unos cuantos camalotes. A medida que nos acercamos, por el ruido de nuestros pasos, una bandada de gavilanes echa a volar. Llegamos a la orilla. Nuestros ojos no dan abasto para observar todos los animales que habitan en este increíble lugar. Grandes, pequeños, peludos, escamosos… Frente a nosotros, junto al arbusto observamos unos chajás alimentándose de sus hojas. Pero no son los únicos. Dentro del agua, la gansa mora está cazando peces, ranas e insectos acuáticos que merodean por la zona. De pronto, huye desesperadamente cuando percibe que se le aproxima la boca de un yacaré negro, camuflado entre los camalotes.

Miramos con atención hacia el fondo del agua y podemos ver una raya de agua dulce estática, casi no se distingue del fondo. A su tiempo, una vieja del agua viene acercándose, buscando su alimento por el fondo de la laguna.

Nos alejamos un poco de los pantanos para irnos a las zonas más altas ya que el cansancio no tardará en aparecer.

Mientras descansamos bajo un timbó gigantesco, oímos unos ruidos de hojas crujiendo. ¡Un ciervo de los pantanos anda por ahí! En sumo silencio continuamos nuestro camino hasta que se nos cruza un carpincho. Vamos a seguirlo a ver hacia donde se dirige.

Nos escabullimos entre los matorrales y con nuestros largavistas podemos distinguir que no está solo, por encima de su lomo está posado un picahuey que aprovecha la vista desde allí para detectar y atrapar insectos.

Está oscureciendo… esta vez tenemos nuestras linternas preparadas, sigamos explorando mientras emprendemos la vuelta al campamento. En el transcurso escuchamos el sonido de una ranita maulladora; algunos sapitos se nos cruzan por el camino dirigiéndose a los pantanos y al alumbrar hacia el piso vimos escabullirse una culebra acuática.

A lo lejos ya se observan las luces del campamento… ya estamos llegando pero antes tenemos que saltar unos troncos que nos están impidiendo el paso. Vemos algo raro en su corteza, al observar mejor con la lupa nos damos cuenta que son hongos blancos… y más allá otros rojos.

Concluyendo nuestra aventura nos acomodamos al abrigo de la fogata. Compartimos nuestras fotos y anotaciones hasta que un ruido entre los matorrales nos interrumpe.

Nos acercamos un poco. Un pequeño aguará guazon está alimentándose de frutos y raíces. Lo observamos durante un tiempo pero el sueño ya está haciéndose notar.

Mires donde mires siempre vas a encontrar algo único y fantástico, pero para ello tenemos que usar al máximo nuestros sentidos y no perder la paciencia, siempre podrás asombrarte con las peculiaridades del extenso humedal que conserva la provincia de Corrientes, para descubrir historias de un mundo natural en constante adaptación al medio acuático.