UNIDAD 6: JESÚS FUE UN NIÑO COMO YO

Queremos compartir con ustedes una reflexión para esta Navidad

 

«Él, que entró en la historia hace dos mil años, quiere entrar en nuestra vida, pero el camino en nosotros está lleno de obstáculos. Hay que allanar montículos, quitar los peñascos.

¿Cuáles son los obstáculos que pueden obstruirle el camino a Jesús?

Son todos los deseos que surgen en nuestra alma y que no concuerdan con la voluntad de Dios; son los apegos que la oprimen. Deseos mínimos de hablar o de callar cuando habría que hacer lo contrario; deseos de afirmarse, de estima, de afecto. Deseos de cosas, de salud, de vida… cuando Dios no lo quiere. Deseos peores, de rebelión, de juzgar, de venganza…Todos ellos surgen en nuestra alma invadiéndola por completo. Hay que apagar con decisión estos deseos, eliminar estos obstáculos, ponerse nuevamente en la voluntad de Dios y preparar así el camino del Señor. Es necesario -dice la Palabra- enderezar sus sendas. Enderezar: así, tal cual. Porque los deseos desvían nuestro camino. Al apagarlos nos volvemos a situar en el rayo de la voluntad de Dios y encontramos nuevamente el camino. Pero hay un modo que nos asegura que caminamos por una senda recta, que nos lleva con certeza a la meta: a Dios. Éste tiene un paso obligado: se llama hermano. Lancémonos de nuevo, en esta Navidad, a amar a cada hermano que encontremos durante el día. Encendamos en nuestro corazón ese ardentísimo deseo tan digno de alabanza y que seguramente Dios quiere: el deseo de amar a cada prójimo, haciéndonos uno con él en todo, con amor desinteresado y sin límites.

El amor reavivará relaciones y personas y no permitirá que surjan deseos egoístas, es más, será su mejor antídoto. Así, esta Navidad podremos preparar como regalo para Jesús que viene, nuestro fruto: preciado, jugoso; y nuestro corazón: inflamado y consumido por el amor».

 

Chiara Lubich de: Y vuelve la Navidad, Editorial Ciudad Nueva, Madrid, pgs. 75-77.

UNIDAD 1: Juntos conocemos a Jesús

Para profundizar en la catequesis en el nivel inicial, les sugerimos:

 

Consultar el libro La idea de Dios y el niño de nivel inicial de Fabián Gallego. Capítulo 2: La representación de Dios en niños de 5-6 años. José Antonio Castorina-Mariela Helman. Colección itinerarios. Editorial Stella-La Crujía. Compartimos un fragmento a continuación:

“Nuestra indagación no intenta terciar en estas discusiones, se propone más simplemente identificar, con una base empírica, las ideas religiosas de niños entre 5 y 6 años. Más aún, quisiéramos ofrecer una caracterización de este conjunto de ideas, reconociendo la dificultad metodológica que deriva de no haber realizado un estudio propiamente psicogenético. Es decir, de no haber podido llevar a cabo una indagación que reconstruya las vicisitudes de las ideas desde la infancia hasta la adolescencia. Nuestro interés reside en mostrar el “punto de vista” de los niños de una franja etaria, en tanto ellos interpretan las preguntas del entrevistador, lo que va a constituir una vía para comprender cuáles son sus “lecturas” de la información propuesta por el catequista. Es decir, tratamos de poner en evidencia cómo en las respuestas infantiles está comprometida su representación del mundo; esto es, de qué manera su perspectiva egocéntrica y antropomórfica da cuenta de Dios y de la vida religiosa”.

UNIDAD 2: JESÚS ES LA LUZ DEL MUNDO

Para pensar esta Semana Santa, una reflexión del papa Francisco " ...

 

¿Qué significa para nosotros vivir este tiempo? ¿Qué significa seguir a Jesús en su camino hacia el Calvario, hacia la Cruz y la Resurrección?

Significa salir de nosotros mismos para ir al encuentro de los demás, a la periferia de la existencia, a los más alejados, a los olvidados, a quienes necesitan comprensión, consuelo y ayuda. Vivir este tiempo significa también entrar cada vez más en la lógica de Dios, de la Cruz y del Evangelio. Es seguir y acompañar a Cristo, lo cual exige “salir”: Él ha salido de sí mismo para venir a nuestro encuentro, ha colocado su tienda entre nosotros para traer la misericordia que salva y da esperanza. Es un tiempo de gracia que el Señor nos ofrece para abrir las puertas del corazón, de la vida, de las parroquias y movimientos, saliendo al encuentro de los demás y brindando la luz y el gozo de nuestra fe. Salir siempre con el amor y la ternura de Dios, en el respeto y la paciencia, sabiendo que nosotros ponemos las manos, los pies, el corazón, pero es Dios quien guía y hace fecundas nuestras acciones." Papa Francisco

UNIDAD 4: JESÚS NOS INVITA A SER SUS AMIGOS

En el patio de mi infancia, por Pablo Neruda

 

Esta curiosa historia sugiere que al ofrecer nuestra amistad a alguien que no conocemos, fortalecemos nuestro vínculo fraterno con toda la humanidad. Una vez buscando los pequeños objetos y los minúsculos seres de mi mundo en el fondo de mi casa en Temuco, encontré un agujero en una tabla del cercado. Miré a través del hueco y vi un terreno igual al de mi casa, baldío y silvestre. Me retiré unos pasos, porque vagamente supe que iba a pasar algo. De pronto apareció una mano. Era la mano pequeñita de un niño de mi misma edad. Cuando acudí no estaba la mano porque en lugar de ella había una maravillosa oveja blanca. Era una oveja de lana desteñida. Las ruedas se habían escapado. Todo esto lo hacía más verdadera. Nunca había visto yo una oveja tan linda. Miré por el agujero, pero el niño había desaparecido. Fui a mi casa y volví con un tesoro que le dejé en el mismo sitio: una piña de pino, entreabierta, olorosa y balsámica, que yo adoraba. La dejé en el mismo sitio y me fui con la oveja. Nunca más vi la mano ni el niño. Nunca tampoco he vuelto a ver una ovejita como aquella. La perdí en un incendio. Y aún ahora en este 1954, muy cerca de los cincuenta años, cuando paso por una juguetería, miro aún furtivamente a las ventanas. Pero es inútil. Nunca más se hizo una oveja como aquélla.

Yo he sido un hombre afortunado. Conocer la fraternidad de nuestros hermanos es una maravillosa acción de la vida. Conocer el amor de los que amamos es el fuego que alimenta la vida. Pero sentir el cariño de los que no conocemos, de los desconocidos que están velando nuestro sueño y nuestra soledad, nuestros peligros o nuestros desfallecimientos, es una sensación aún más grande y más bella porque extiende nuestro ser y abarca todas las vidas. Aquella ofrenda traía por primera vez a mi vida un tesoro que me acompañó más tarde: la solidaridad humana. La vida iba a ponerla en mi camino más tarde, destacándola contra la adversidad y la persecución. No sorprenderá entonces que yo haya tratado de pagar con algo balsámico, oloroso y terrestre la fraternidad humana. Así como dejé allí aquella piña de pino, he dejado en la puerta de muchos desconocidos, de muchos prisioneros, de muchos solitarios, de muchos perseguidos, mis palabras. Esta es la gran lección que recogí en el patio de una casa solitaria, en mi infancia. Tal vez sólo fue un juego de dos niños que no se conocen y que quisieron comunicarse los dones de la vida. Pero este pequeño intercambio misterioso se quedó tal vez depositado como un sedimento indestructible en mi corazón, encendiendo mi poesía.

 

Pablo Neruda, Isla Negra, 1954.

Nadie puede (Música de Fabio Marega)

Nadie puede llamarse discípulo,
sino quien quiere ser servidor.
Nadie puede decir que él es la luz
sino quien, penetrado de amor
indecible, en la faz misteriosa
de su hermano descubre al Señor.


Nadie puede brindar el consuelo,
sino aquel que conoce el dolor.
Nadie puede prestar testimonio,
sin vivir la Palabra de Dios,
con la cual, si se pierde a sí mismo,
gana al fin la alegría mejor.


Nadie puede entregar su ternura,
sin heridas en su corazón.
Nadie puede decir que perdona,
sin sentir en su vida el perdón
que lo lanza a entregarse en las manos
traspasadas de Cristo el Señor.


Nadie puede decir que comparte
si no da con total donación.
Nadie puede expresar la locura
del mensaje, si no se entregó
a sí mismo con todo el impulso
de su vida ante Quien lo llamó.


Nadie puede pensar que es semilla,
si no ha sido un audaz sembrador:
el que sabe que nunca hay cosecha
sin un largo silencio interior,
el apóstol que sabe que el trigo
que se muere da fruto mayor.