UNIDAD 6: JESÚS FUE UN NIÑO COMO YO

Queremos compartir con ustedes una reflexión para esta Navidad

 

«Él, que entró en la historia hace dos mil años, quiere entrar en nuestra vida, pero el camino en nosotros está lleno de obstáculos. Hay que allanar montículos, quitar los peñascos.

¿Cuáles son los obstáculos que pueden obstruirle el camino a Jesús?

Son todos los deseos que surgen en nuestra alma y que no concuerdan con la voluntad de Dios; son los apegos que la oprimen. Deseos mínimos de hablar o de callar cuando habría que hacer lo contrario; deseos de afirmarse, de estima, de afecto. Deseos de cosas, de salud, de vida… cuando Dios no lo quiere. Deseos peores, de rebelión, de juzgar, de venganza…Todos ellos surgen en nuestra alma invadiéndola por completo. Hay que apagar con decisión estos deseos, eliminar estos obstáculos, ponerse nuevamente en la voluntad de Dios y preparar así el camino del Señor. Es necesario -dice la Palabra- enderezar sus sendas. Enderezar: así, tal cual. Porque los deseos desvían nuestro camino. Al apagarlos nos volvemos a situar en el rayo de la voluntad de Dios y encontramos nuevamente el camino. Pero hay un modo que nos asegura que caminamos por una senda recta, que nos lleva con certeza a la meta: a Dios. Éste tiene un paso obligado: se llama hermano. Lancémonos de nuevo, en esta Navidad, a amar a cada hermano que encontremos durante el día. Encendamos en nuestro corazón ese ardentísimo deseo tan digno de alabanza y que seguramente Dios quiere: el deseo de amar a cada prójimo, haciéndonos uno con él en todo, con amor desinteresado y sin límites.

El amor reavivará relaciones y personas y no permitirá que surjan deseos egoístas, es más, será su mejor antídoto. Así, esta Navidad podremos preparar como regalo para Jesús que viene, nuestro fruto: preciado, jugoso; y nuestro corazón: inflamado y consumido por el amor».

 

Chiara Lubich de: Y vuelve la Navidad, Editorial Ciudad Nueva, Madrid, pgs. 75-77.