Campamento de El Plumerillo, julio de 1816

Madre amada:

Quisiera escribirle más seguido pero siempre hay tareas para hacer en este campamento. Practicamos con los sables, hacemos ejercicios de fajina, ¡hasta nos lavamos la ropa los domingos! Día a día van llegando las mantas y frazadas que servirán de abrigo en las montañas; dicen que allí el frío es insoportable. Querida madre, mi ánimo varía día a día. A veces pienso que sería preferible haber huido para que no me incorporaran al ejército. Otras veces pienso que es mejor que pase todo rápido, así podremos volver a casa cuanto antes. Aunque muchas veces sueño que muero y no los vuelvo a ver. Los extraño a todos. Les mando mis recuerdos y espero que recen por mí.

Vuestro amado hijo, Mariano

Buenos Aires, noviembre de 1816

Mi amigo amado:

Antes de ayer llegó el correo con la última carta de usted. No sé cómo voy a hacer para mandarle todo lo que pide. El gobierno no tiene plata para comprar todo lo que ese ejército necesita. De todos modos está dada la orden para que se le envíen las mil arrobas de charqui que pidió. La semana que viene salen las carretas con los vestuarios y camisas para los soldados. Van quinientos ponchos y cuatrocientas frazadas que manda Córdoba. Van doscientos sables de repuesto y doscientas tiendas de campaña. ¡Y no hay más!

No me vuelva a pedir más si no quiere recibir la noticia de que amanecí ahorcado en el Fuerte.

Adiós, saludos a esas damas.

Su siempre amigo

Juan Martín de Pueyrredón

Adaptación de la carta enviada por Juan Martín de Pueyrredón, Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata al General San Martín.